Si las novelas no son lo tuyo y los cuentos largos tampoco, los cuentos venezolanos cortos son tu lectura. Estos son los clásicos de la literatura venezolana que Carlos Malpica Flores recomienda leer una y otra vez:
Cuentos grotescos. José Rafael Pocaterra
Relatos breves, costumbristas y, por supuesto, grotescos, de una sociedad perdida y llena de complicaciones. La fantasía se cuela entre las escenas cotidianas y sorprenden cada uno de los finales. Los que no te puedes perder: “La i latina”, “Las Linares” y “De cómo Panchito Mandefuá cenó con el niño Jesús”.

La tuna de oro. Julio Garmendia
Ocho historias repletas del humorismo más venezolano, sin dejar de lado las críticas astutas en cada uno de los relatos. Los imperdibles: “La tienda de muñecos”, “Guachirongo” y “El médico de los muertos”.

Las primeras hojas de la noche. Francisco Massiani
Al igual que El llanero solitario tiene la cabeza pelada como un cepillo de dientes, retoma las peripecias, los aprendizajes y los mundos de los adolescentes de la clase media caraqueña, temas que ya fueron expuestos en su reconocida novela juvenil Piedra de mar. No dejar de leer: “Un regalo para Julia”, “Cuando las hojas de la noche esperan que todos duerman para crecer”, “Cambio de suertes” y “En él”.

Treinta hombres y sus sombras. Arturo Uslar Pietri
Destaca por sus composiciones escénicas cargadas de lirismo, sus diálogos y sus personajes que permiten al lector imaginar para completar la historia. No perderse: “La cara de la muerte”, “El venado”, “El encuentro”. Otra recomendación de Carlos Malpica Flores: la antología Red, en la cual destacan “El fuego fatuo” y “La lluvia”, ésta última considerada su obra maestra.

La balandra Isabel llegó esta tarde. Guillermo Meneses
Llevado al cine bajo la dirección de Carlos Hugo Christensen, con guión del director y de Aquiles Nazoa, se trató de toda una renovación de la narrativa venezolana en cuanto al estilo, el tema y su particular enfoque: un marido desata una pasión por una prostituta que trata de retenerlo con maleficios y conjuros.

Por Carlos Malpica Flores
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